jueves, 1 de agosto de 2013

El Dios de la nada - II -

Soñando con ser libre, estaba fuera en un mundo totalmente nuevo, totalmente perdido pero al fin libre, una libertad que nunca espero sentir, una libertad que ni siquiera había estado buscando pues no sabía que existía...

Despertó aquel hombre, con la confusión general que trae consigo cada despertar; apenas tuvo consciencia suficiente para ordenar los recuerdos del día anterior vino a su memoria una silueta oscura, algo borrosa pero sin duda existente en medio de un fondo totalmente blanco. Si, sin duda la había visto; al asomarse por la pequeña rendija, fuera de su cuarto, descubrió que había alguien. La extraña figura resultaba muy parecida a la suya, y verla por primera vez le causó tal asombro que le había desmayado. Ahora una vez consciente, la excitación no había pasado, buscó rápidamente el agujero por donde ver aquella silueta, no tardó mucho en encontrar ese boquete delatado por el hilo de luz, asomó la mirada esperando ver aquella silueta.

Buscando aquel ser, fue el vacío quien le respondió; tan sólo esa niebla blanca que envolvía completamente el exterior iluminado contrastando con la negrura del interior. ¿A dónde pudo haber ido?...¿Y a dónde no?... después de todo esa figura, quien quiera que fuese podría irse en cuanto quisiera a donde deseara; no era ella quien estaba condenada a estar encerrado entre muros, sino él.

Pasó un largo rato pegado a ese pequeño agujero, esperando a que esa forma regresase, después de rendirse al darse cuenta que está vez no aparecería se sentó en una esquina, como lo había hecho desde siempre, antes de que esa luz entrase a su mundo. Pero está vez no fue igual, existía un sentimiento que colmaba su alma, no dejaba su existencia en paz, era algo nuevo que no le permitía encontrar la tranquilidad que hasta ahora había tenido; había descubierto el sentimiento de desespero. Aún no se había dado cuenta, pero su tiempo al fin había comenzado a correr, por primera vez había tenido esa extraña pero habitual sensación que tenemos todos a diario cuando estamos esperando algo o alguien; para él, el tiempo ahora transcurría, más muy lento... esperando el momento en que al asomarse de nuevo podría ver a esa figura que le conmovió la última vez.

Miró una vez más, -tal vez había regresado- pensó, pero no había nada. Quizá no estaba muy lejos, el agujero era diminuto y el punto de visión que ofrecía muy reducido, tan sólo bastaba moverse un par de metros para quedar fuera del alcance. El hombre no tardó mucho en llegar a la misma conclusión, y arañando de a poco el orificio en la pared se propuso cavar un hoyo más grande, poder ver más de ese nuevo mundo y poder encontrar esa figura, lo que iba a conseguir con ello ni siquiera él lo podía saber.

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