jueves, 11 de julio de 2013

Renaciendo de ti.

Mariposas escarlata sobrevuelan el campo de la roja primavera,
el aire se satura del olor de la sangre marchita y quemada que supura de los cuerpos sin vida,
de cadáveres carcomidos por el tiempo,
por los cuervos,
por un vulgar Dios que se regocija de su nuevo paisaje,
recién creado, recién nacido de entre las putrefactas rosas; negras de dolor.

El Sol se pone, asqueado de ver la escena,
... aberración por la muerte...
se esconde tras las montañas, sin saber que él así también muere,
y que la luna reviviendo de a poco cubrirá con oscuridad todo,
acallará los gritos y socavará los espíritus de los agonizantes.

Esa negrura me llama, su aroma de noche muerta grita mi nombre,
por qué mi hambre no sacia,
y mi cuerpo no se cansa,
y mi alma esta vacía,
y mi corazón se agita de placer.

Mi aullido reclama tu ser, hace arder tus entrañas,
reclama para mí tu carne y espera por tu respuesta,
mi olfato excitado te araña la espalda...
un leve gemido... mi reclamo.

Allí, en la solitaria penumbra salpicada por curiosas estrellas,
bajo la complicidad de esas aves negras, serás mi comida.
Te acompañaré hasta el río de los muertos y te entregaré a Caronte,
el viaje es largo, nuestra prisa espera.

Gritos y aullidos destrozan el silencio,
por fin herida, por fin salvada,
por fin tú mueres, y yo renazco,
por que mi alma está vacía, pero mi boca está llena.